Una de las peculiaridades del coaching para adolescentes frente al coaching para adultos (ver “coaching personal”) es que podría requerir la participación de los padres o tutores, de los que se necesita un alto compromiso al respecto.
No obstante, es importante en este punto recordar que el coaching es, por definición, un proceso confidencial y así lo es también para el adolescente. Se necesita, por tanto, por parte de los padres confianza en el proceso y un compromiso de respetarlo y respetar al adolescente que decidirá libremente qué quiere contar a sus padres acerca del proceso y cuándo quiere hacerlo.
El proceso con adolescentes no favorece que se conviertan en “niños obedientes” sino desarrollar su responsabilidad: que aprendan a reflexionar sobre la conveniencia de sus acciones y puedan aprender a elegir las que les lleven allá donde ellos mismos quieran.
Podríamos decir que, por el hecho de que los valores propios están aún construyéndose a estas edades, el coaching supone una oportunidad excelente para adquirir a una edad temprana, y por tanto con más arraigo, valores positivos así como herramientas que mejoren su autoestima, su inteligencia emocional y social y, como consecuencia, sus conductas y resultados.
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