Las campañas de la FAD: de una educación paternalista a una comunicación horizontal
Si echamos un vistazo a las distintas campañas de la Federación de Ayuda contra la Drogadicción podemos ver una evolución en el modelo de comunicación. De las campañas de los primeros años se puede extraer un mensaje claro: la droga es mala. Sería fácil interpretar que “la droga es muerte” con el primer eslogan del año 1988 “Engánchate a la vida” o en el anuncio del año 1992 en el que, bajo el eslogan redactado a modo de imperativo “Ten cerebro, pasa de la coca”, veíamos un gusano que se introducía en el cerebro de un adolescente a través del orificio de la nariz. Sin duda, recuerdo que recibí con impacto el mensaje de aquellas campañas y aquel continuo bombardeo de “NO” a la droga.
Podemos mantenernos en ese tipo de mensaje tan categórico y paternalista y dar a los demás –y a nosotros mimos- las instrucciones de lo que hay que hacer, simplemente porque “eso no se hace” o “así son las cosas”. Hay una gran parte de mí mismo que ve claro e, incluso, está de acuerdo con ese mensaje. Sin embargo estaríamos restando la posibilidad de valorar auténticamente los perjuicios y los beneficios de, en este caso, el consumo de drogas. Aún si damos continuamente el mensaje a nuestros niños “la droga es mala”, puede llegar el momento (incontrolable) de que le den la calada a un porro, tomen alguna pastilla o se metan alguna raya de cocaína. Si coincide que a raíz de eso, durante un rato, se lo pasan bien, pensarán que le hemos mentido, y en ese mismo paradigma bueno-malo, que han aprendido de nosotros, la droga pasará a ser buena y entonces se harán camisetas con la imagen de la hoja de marihuana y se harán férreos defensores de su legalización.
Puede ser que una alternativa sea enseñar a nuestros adolescentes a valorar las recompensas (esencialmente temporales y más relacionados con “sentirse” bien momentáneamente) y los precios (riesgos, pérdida de salud, de relaciones, etc.) del consumo de drogas. De esa manera, si ocurre que prueban algún tipo de droga y obtienen el beneficio temporal, sabrán que es cierto lo que hablamos con ellos -algo que además generará confianza en nuestra palabra- y tratarán de hacer su propia valoración y, muy probablemente, elijan en base a lo que les va a hacer verdaderamente feliz. Su propósito será infinitamente mayor.
Poco a poco vemos como los mensajes de la FAD van derivando a esa valoración de precios-recompensas y orientando sus campañas a la prevención y la educación. En la de 2004 se puede ver claro esa propuesta de cambio de paradigma educativo. Se ve una niña que mira con deseo un trozo de tarta sobre la mesa. Sobre ella puede leerse un mensaje: ¡Eso no se toca!… Debajo, una pregunta que alude a la parte más reflexiva de las familias: ¿no debería aprender algo más para enfrentarse a las drogas?…
Desde entonces la FAD ha seguido profundizando en ese modelo de comunicación horizontal (adulto-adulto) hasta afirmar, en la campaña de 2014, que “después de 25 años explicando el peligro de las drogas, sabemos que la clave es TRABAJAR CON LAS PERSONAS”.
Sin duda eso es lo que yo pienso: la clave es trabajar con las personas. Adultos, niños, educadores y adolescentes emocionalmente inteligentes, con la capacidad de elegir su modelo en base al resultado que quieren obtener. Una sociedad donde hayamos aprendido a relacionarnos con nosotros mismos y, por tanto, con los demás. Una sociedad sin prejuicios, ni creencias limitantes. Una sociedad de seres humanos que construyen. Un mundo de personas libres de elegir y comprometidas con un fin: el éxito y la felicidad propia y de los demás…
Alberto Ortega
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